Cuando la noche invade los sentidos
y el deseo es tan turbio
como el cieno,
el odio, primitivo y arrogante,
encuentra un aposento.
Cuando el negro se desliza sobre oscuro
y el corazón es tan violento
como el miedo,
el odio, suicida y asesino,
tiembla en su aposento.
Cuando el eclipse se encierra en las tinieblas
y el pensamiento es tan ajeno
como ciego,
el odio, pleno e implacable,
trasciende su aposento.
Entonces sollozan las estrellas
exiliadas en la sombra del deseo.
lunes, 5 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario